Retorno a mi amado hogar.

Me senté a la sombra de un árbol, como deseaba volver aquí, respirar este aire lleno de misterios,
volvería a ver a mi pequeña, tan tierna, debe estar tan grande, pero sé que siempre conservará
su forma tan infantil de ser.
Saqué mi cuaderno de dibujo, comencé a dibujar una cachorrita de lobo, así es como la recordaba
ahora debe ser tan grande, dos años es mucho tiempo para mi pequeña, yo ya no envejezco, solo
espero que no haya pasado por momentos de tristeza, sus lágrimas son las mas bellas, pero también
las que más dolor me causan.

- Cómo corrías y corrías...- Suspiré recordandola correr por este enorme jardín, repleto de bella
vegetación, cómo siempre Alisa lo cuida bastante.

Salí a dar un vuelta por el jardín, como la loba que soy tengo que estar constantemente
liberando energía. Me transforma en lobo y comencé a correr, divise unas mariposas volando
entre los rosales y corrí hacía ellas, como me encanta molestarlas, es divertido, corrí con más
fuerza y sobresalte el rosal, miré hacía los árboles, bajo un gran roble había una persona,
olisque su aroma era familiar, demasiado, me acerqué con sigilo, era él, imposible.

Corrí lo más rápido que dieron mis patas y llegué frente a él, pude ver que estaba dibujando,
bajó el cuaderno y me sonrío con su sonrisa perfecta. Volví a mi forma humana y me lancé a
sus brazos, al fin había vuelto, mi padre había vuelto.

La vi frente a mi, su forma lobuna me deslumbró con la luz del enorme sol que había, sonreí
su pelaje blanco se veía suave. Comenzó a transformarse a su forma humana, en verdad estaba
hecha toda una señorita, me emocionaba verla así de grande, ya debe tener 17 años, me
lamenté haberme perdido sus últimos dos cumpleaños, aunque se que Alisa debío haberselo
celebrado muy bien.
Mi niña parecía querer llorar, se lanzó a mis brazos y yo correspondí con fuerza, realmente la
había extrañado, su cabello rojiso brillaba al igual que su pelaje blanco.

- Te extrañé tanto pequeña... mi niña.- le acaricié la cabeza y sentí como sus lágrimas mojaban
mi camisa, lamento haberla dejado por tanto tiempo.

-Siento mucho no haber venido antes.- Susurré intentando hacer que parace de llorar.

Me correspondió el abrazo y comenzó a acariciar mi cabello, no pude evitar que las lágrimas
inundaran mis ojos y empaparán mis mejillas y su camisa, lo había extrañado tanto, él que
junto a Alisa recuperaron lo que había perdido desde el momento que salí de ese hospital, mi
sonrisa, una sincera, lo escuché decir que me había extrañado, lloré aun más, siempre
preocupándose por mi.
Me aferré a él con fuerza, mis lágrimas no querían dejar de salir, sentí el no haber venido antes,
eso no importaba, ya estaba aquí, ya estaba conmigo de nuevo.

- Eso no importa... ya estas aquí, estas conmigo papá...- Sonreí aun con lágrimas cayendo por
mi rostro, no podía parar, estaba demasiado feliz.

Cuando me llamo papá sonreí con alegria, siempre sería mi pequeña lobita, limpié sus lágrimas
con ambas manos, me recordaba tanto cuando era pequeña y no entendía algo se hacía la
fuerte, pero luego se escondía para llorar, momentos en los que Alisa y yo corriamos por todo
el castillo buscandola y cómo siempre, se encontraba en su salón, llorando cómo la pequeña que
era.

- ¿Cómo has estado?- le acaricié la cabeza tranquilo, despacio, no quería que llorará, siempre la
veo llorar siento cómo se me oprime el cuello, en su brazo casi no hay rastros de la mordida del
lobo que la convirtió, hubiera preferido mil veces volverla una vampiresa, pero bueno, ella es
feliz con lo que es y eso a mi... me llena de felicidad.

Mis lágrimas comenzaron a dejar de salir libres, deje de llorar y solo sonreía, le sonreía a mi
padre, un vampiro, ¿Ilógico no?, pero no importaba, él siempre me cuidó y mimó. Lo extrañe
tanto cuando fue a ver a su familia, lloré mucho en mis cumpleaños en los que no estuvo, pero
le hice jurar a Alisa que no se lo contaría cuando el volviera.

- Muy bien... tengo amigos nuevos, también han llegado criaturas nuevas - Reí, estaba muy
feliz de tenerlo conmigo, me parecía un sueño.